GABRIEL
GARCÍA MÁRQUEZ (1927-2014)
Desde
el blog de la biblioteca recordamos al gran escritor Gabriel García Márquez de
la mejor forma que puede hacerse, animando a tod@s a la lectura de sus obras.
Aquí aparecen los títulos que tenemos en
la biblioteca.
LA HOJARASCA( 1955)
Por primera vez he visto un cadáver. Es miércoles,
pero siento como si fuera domingo porque no he ido a la escuela y me han puesto
este vestido de pana verde que me aprieta en alguna parte. De la mano de mamá,
siguiendo a mi abuelo que tantea con el bastón a cada paso para no tropezar con
las cosas ( no ve bien en la penumbra, y cojea) he pasado frente al espejo de
la sala y me he visto de cuerpo entero, vestido de verde y con este blanco lazo
almidonado que me aprietas a un lado del cuello. Me he visto en la redonda luna
manchada y he pensado: Ese soy yo, como
si hoy fuera domingo…
EL CORONEL NO
TIENE QUIEN LE ESCRIBA (1961)
El coronel destapó el tarro del café y comprobó que no
había más de una cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del
agua en el piso de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre
la olla hasta cuando se desprendieron las últimas raspadas del polvo de café
revueltas con óxido de lata.
Mientras esperaba a que hirviera la infusión, sentado
junto a la hornilla de barro cocido en una atitud de confiada e inocente
expectativa, el coronel experimentó la sensación de que nacían hongos y lirios
venenosos en sus tripas…
CIEN AÑOS DE
SOLEDAD (1967)
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento,
el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su
padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte
casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos
prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre,
y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo…
RELATO DE UN
NÁUFRAGO (1970)
El 22 de febrero se nos comunicó que regresaríamos a
Colombia. Teníamos ocho meses de estar en Mobile, Alabam, Estados Unidos, donde
el A.R.C. Caldas fue sometido a
reparaciones electrónicas y de sus armamentos. Mientras reparaban el buque, los
miembros de la tripulación recibíamos una instrucción especial. En los días de
franquicia hacíamos lo que hacen todos los marineros en tierra: íbamos al cine
con la novia y nos reuníamos después en Joe Palooka, una taberna del puerto,
donde tomábamos whisky y armábamos una bronca de vez en cuando…
La increíble y
triste historia de LA
CÁNDIDA ERÉNDIRA y su abuela desalmada(1972)
Eréndira estaba bañando a la abuela cuando empezó el
viento de su desgracia. La enorme mansión de argamasa lunar, extraviada en la
soledad del desierto, se estremeció hasta los estribos con la primera
embestida. Pero Eréndira y la abuela estaban hechas a los riesgos de aquella naturaleza
desatinada, y apenas si notaron el calibre del viento en el baño adornado de
pavos reales repetidos y mosaicos pueriles de termas romanas…
EL OTOÑO DEL
PATRIARCA (1975)
Durante el fin de semana los gallinazos se metieron
por los balcones de la casa presidencial, destrozaron a picotazos las mallas de
alambre de las ventanas y removieron con sus alas el tiempo estancado en el
interior, y en la madrugada del lunes la ciudad despertó de su letargo de
siglos con una tibia y tierna brisa de muerto grande y de podrida grandeza…
CRÓNICA DE UNA MUERTE
ANUNCIADA (1981)
El día en que lo iban a
matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque
en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones
donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero
al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros. “Siempre
soñaba con árboles”, me dijo Plácida Linero, su madre, evocando 27 años después
los pormenores de aquel lunes ingrato…
EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA (1985)
Era inevitable: el olor
de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados.
El doctor Juvenal Urbino lo percibió desde que entró en la casa todavía en
penumbras, adonde había acudido de urgencia a ocuparse de un caso que para él
había dejado de ser urgente desde hacía muchos años. El refugiado antillano
Jeremiah de Saint-Amour, inválido de guerra, fotógrafo de niños y su adversario
de ajedrez más compasivo, se había puesto a salvo de los tormentos de la
memoria con un sahumerio de cianuro de oro…